Quietud
El silencio, la quietud del alma.
Estar en silencio es realmente una gran hazaña, no se aprende en un despertar.
Requiere de disciplina, constancia y honestidad. Poder reconocernos en nuestro ruido interior.
Esta situación nos invita al silencio, un silencio completo, interno. Que nos despierta los grandes conflictos internos por resolver. Y nos confronta con lo que somos realmente, en nuestro ser más profundo.
Nuestro lado más oscuro se abre paso en el silencio, su necesidad de ser reconocido, nos impulsa mirar nuestras entrañas.
Aquellas que nos cuesta reconocer y mostrar, al mundo. Soltando la máscara de la apariencia.

Nuestros miedos más profundos se abren paso en el silencio.
Nuestra ira más devastadora.
Nuestra tristeza más solitaria y melancólica.
Ese silencio también nos obliga a reconocer el amor anhelado.
Aquella caricia que no nos atrevemos a pedir.
El “te quiero” que nos avergonzamos gritar.
Para mí, el te amo más profundo se dice con la mirada y en SILENCIO.
Dos cuerpos, frente a frente en silencio, al compás de la respiración y sus miradas atravesándose el alma en un “te amo” silencioso.
Con las personas que más amas, ¿cuantas veces has sostenido tu mirada con su mirada en silencio?
Solo miraros, por unos minutos. Descubrirás sin duda, el amor que habita en ti.
Entrégate a una mirada de silencio, siente como durante los primeros segundos se acelera tu corazón de incomodidad y unos segundos después tus ojos se llenen de lágrimas de amor, al encontrarte con aquellos que tanto amas desde vuestras almas.